Nuestro profesor y anterior director, D. Cristóbal Déniz Hernández, ha sido nombrado obispo auxiliar de la diócesis de Canarias. Después del inmenso «alegrón» que ha supuesto su nombramiento, queremos mostrar nuestro profundo agradecimiento por lo que supone. Cuando el Santo Padre accede al nombramiento de un auxiliar que comparta el ministerio con el obispo diocesano, en realidad está actuando con la «solicitud por todas las iglesias» (2 Cor 11, 28) y atendiendo a las necesidades de una Iglesia particular. Y eso nos llena de una inmensa alegría y nos dispone al agradecimiento porque D. Cristóbal es el signo de la preocupación de la Iglesia por su pueblo, sus circunstancias y por lo que le sucede aquí en nuestra Diócesis. Es como un «sacramento» de la real comunión de los santos que nos hace percibir que la unidad de la Iglesia no es una entelequia sino que todos formamos el mismo Pueblo santo de Dios.
La consagración de D. Cristóbal es un don para nosotros como sucesor de los Apóstoles. Un don estable garantizado, no por sus cualidades humanas y su saber hacer, sino por el sacramento del Orden y su participación plena del sacerdocio de Cristo. En este sentido, su ministerio enriquecerá cualitativamente a nuestra Diócesis porque, aunque está bajo el cuidado pastoral del obispo diocesano (CIC 376) que es la «cabeza» y «pastor» de la comunidad cristiana, la Diócesis entera se beneficia de dos elementos característicos del episcopado que no se dan de la misma manera en el presbiterado o en cualquier otro ministerio. El primero tiene que ver con la unidad a la que hacíamos referencia: la participación en la colegialidad episcopal. Se trata de la primera expresión de la sinodalidad de la Iglesia que toda ella es misterio de comunión reflejada visiblemente en la Eucaristía y en el episcopado. Esta participación colegial está garantizada, no por actitudes personales o un desideratum, sino por la sucesión apostólica. Por eso, D. Cristóbal recibirá la ordenación de manos de otros obispos y se le asocia a una diócesis histórica, en este caso la de Algeciras, que son los que dan continuidad real y verificable a esta sucesión. La unión colegial con el Papa, con los otros obispos y de manera particular, con nuestro obispo D. José, son «alimento» de la comunión y un signo permanente, aquí entre nosotros, de lo que es la Iglesia, de cómo se fortalece esta comunión jerárquica y de cómo se funciona sinodalmente, desde su primera expresión, en la que se busca por encima de todo la unidad antes que los proyectos personales o los acentos individuales.
El segundo elemento que suscita nuestro agradecimiento, tiene que ver con una función inherente al ministerio episcopal: la vigilancia. Episkopos significa literalmente eso: el que vigila. Y se trata de una vigilancia muy particular en la Iglesia que sintetiza el modo en que el obispo está llamado a ejercer el triple ministerio de santificar, enseñar y gobernar. Y esta función nuevamente no tiene que ver tanto con cualidades o disposiciones personales, sino con la «naturaleza» que recibe D. Cristóbal que está llamado a colaborar con el obispo diocesano en el ministerio de la comunidad dando su vida para animar, alimentar y acrecentar el pueblo de Dios, guiándolo y haciendo converger en la unidad la diversidad de oficios y de carismas, así como a defender la comunión de todos los fieles. Aunque solo de manera exclusiva se podría decir de nuestro obispo D. José la aseveración de San Cipriano: «el obispo está en el Iglesia y la Iglesia en el obispo», mirado de manera cuantitativa, el don que hemos recibido con este nombramiento es inmenso. El ministerio del obispo auxiliar también será un «faro» para esta Diócesis que nos ayudará a vivir siempre en la unidad, a entregarnos de manera más decidida, a hacer servir los talentos recibidos en favor de la Iglesia sin adormecernos o aburguesarnos y en definitiva, a construir juntos esta familia que dé testimonio y ofrezca a nuestra sociedad la felicidad del Reino de Dios, lejos de los egoísmos e individualismos que ausentan la comunión.
Gracias a Dios por los dones que sigue enviando a su Iglesia, a la Iglesia por su solicitud, a nuestro obispo D. José por enriquecernos de esta manera y a D. Cristóbal por haber aceptado este ministerio y esta misión entre nosotros. Gracias de parte de toda la familia del Istic.